domingo, 19 de diciembre de 2010

LA VICTORIA SIEMPRE TIENE UN PRECIO

Hay victorias deseadas, victorias inesperadas, angustiosas o inclusive victorias que saben a derrota; pero todas ellas tienen algo en común, son victorias.

El rugby es como hacer el amor, todas las partes deben quedar satisfechas, gozadas de placer, pues de no ser así, es cuando el regusto amargo queda en el paladar de aquellos quince que desearon participar de la bacanal, del disfrute de la oval. Y en cuanto amargo me refiero, es en aquellos partidos en que, tras el silbato final, los jugadores salen del terreno cabizbajos, con el rabo entre las patas y las orejas agachadas; como perros moribundos que tras acechar un cubo de basura salen decepcionados por no encontrar comida; y siento ser tan tajante ante este tema, pero estas son las victorias falsas, las victorias que en vez de fortalecer al equipo lo menguan y pudren por su interior.


Pero este no va a ser el tema de hoy, no porqué no tenga ganas de hablar de ello, sino porqué hoy se trata de hablar de victoria, pero de esas que hacen cambiar el curso de las cosas; triunfos inesperados pero merecidos que agrandan los corazones de los que participan de ella, éxitos, premios y honores merecidos por aquellos que lo han dado todo por el todo.

A lo largo de la historia ha habido muchas, y de muchos tipos, pero de entre todas ellas, la más grande es la victoria luchada, arrancada del rival en las situaciones más desfavorables para conseguirla.


Si bien siempre es complicado conseguir un éxito en campo contrario, más difícil se vuelve la hazaña cuando la moral esta baja. Es en estos momentos dónde el equipo debe reaccionar, levantar la cabeza, arrimar los hombros y entrar en el campo como uno sólo individuo o, como me gusta creer, como quince amigos; pues en pocas palabras, los elegidos deben entrar creyendo que la victoria esta en sus manos. Y así es como, tras indicación del árbitro, empiezan los agarrones, pisotones, trifulcas… y todas ellas acompañadas siempre por catorce personas en las que debes confiar, en quienes debes creer; pues de ello depende la victoria, en encomendarse al equipo en todas las etapas del partido, y pensar que en cada ruck o maul en el que se entre, alguno de los tuyos ha luchado por hacerlo posible, lo a dado el todo porqué a confiado en que tu estarás con él, codo con codo, hombro con hombro.

Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa” (Mahatma Gandhi; 1869-1948)

Las victorias, reflejan la actitud del equipo. No hay victorias individuales, cuando se gana, gana el equipo, gana la afición y ganan aquellos que por circunstancias han quedado rezagados en el banquillo, pues como he dicho, todos pisamos el terreno de juego, todos vivimos la emoción de la victoria, todos perseguimos el mismo fin.

Y de entre todos estos éxitos, no hay más gustoso que el conseguido tras luchar por cada metro de terreno, por cada punto, por cada contacto. Es extraño, pero en estos partidos tan reñidos, vividos como finales, es dónde el equipo sale dándolo todo, jugando más con el honor que con la destreza, jugando más con la pasión que con la técnica; pero hay veces que se debe jugar así, que se debe dar todo, pues es cuando se tiene la cabeza gacha, cuando se debe coger del saco, el honor, el orgullo, la pasión y las ganas de conseguir la victoria.


Las victorias fueron siempre para quien jamás dudó, no las consigue un único individuo, pues si bien uno puede ser quien las guíe, es el grupo quien las consigue. Y quiero recordar que todo éxito tiene un precio, sacrificarse por tu prójimo, por tu compañero, que como tú, a pisado el terreno de la oval para ganar.

Fuente: http://traslalineademarca.wordpress.com.